Un pedido de disculpas a medias

daniel bianchiEl Presidente Mujica pidió disculpas a los maestros uruguayos por sus afirmaciones realizadas días pasados respecto a que deberían “proponerse trabajar un poco más” si querían incrementar sus ingresos salariales, por cuanto si bien “$ 17.000 para vivir no dan”, aquellos trabajaban “4 horas 180 días en el año”, por lo que les quedaban “otras horas para hacer otra cosa”.
El agravio, claro está, no pasó desapercibido y, por el contrario, desató un profundo malestar entre los docentes. Por ello, poco después Mujica ensayó una retractación, aseguró sentir una profunda estima por la profesión y reconoció que los maestros “seguramente trabajan mucho más que cuatro horas, y les tengo que pedir disculpas si entienden al pie de la letra. Sí, les tengo que pedir disculpas, no se sientan ofendidos, porque los comprendo, porque los entiendo”.
El mandatario concedió que los maestros “gastan muchas horas preparando clases y corrigiendo deberes”, admitió que hay maestros y profesores que tienen dos o tres trabajos, aseguró que es natural que aspiren a mejorar sus salarios, y reivindicó el derecho de los docentes a reclamar por sus derechos.
No obstante, no cedió a la hora de manifestar su opinión respecto al papel que están actualmente desempeñando los sindicatos, y por elevación sostuvo que no iba a “pedir que se disculpen por los insultos a viva voz que han proferido por ocupar locales públicos, ni por las ofensas”.
“Tenemos que respetarnos un poco más. La gente se fanatiza y pierde los estribos. Se cae en un fanatismo de carácter ofensivo. El gremio no debería perder altura”, aseguró.
Para los maestros, las disculpas del presidente son aceptables, pero no obstante evalúan que fue “una disculpa a medias”, porque “dice pedir disculpas si ha ofendido a los maestros, y por tanto duda haber ofendido”.
Más allá del enfrentamiento dialéctico entre los docentes y el presidente, cierto es que no fueron las expresiones de Mujica las que originaron el duro conflicto que desde hace mucho tiempo viene teniendo lugar en la Enseñanza, y no puede desconocerse que el umbral de las movilizaciones y de las ocupaciones tiene un trasfondo esencialmente salarial, habida cuenta que, por tratarse el próximo año de un año electoral, no podrán otorgarse aumentos extraordinarios de clase alguna.
No obstante, hay algo que no debe perderse de vista: nunca, bajo ningún concepto, puede desprestigiarse a los docentes uruguayos de la manera que lo hizo el presidente, y mucho menos responsabilizarlos por la crítica situación de la Educación que se degrada día tras día.
El origen de ese declive debe buscarse forzosamente en tres aspectos: primero, la designación de las autoridades de la Enseñanza avaladas por cuestiones políticas y que es absoluta responsabilidad del partido gobernante de turno; segundo, por la falta o el yerro en el diseño de planes educativos y de la estrategia perfilada por esas mismas autoridades; y tercero, por cierto corporativismo sindical que, lejos de apuntar a lograr mejoras para los docentes, aspira a obtener un provecho muy puntual.
En ese escenario, se mueve la mayor parte de los maestros y profesores que, más allá de las horas de clases que efectivamente imparten, dedican gran parte de su tiempo a preparar las clases del día siguiente, a preparar exámenes, a corregir deberes y pruebas, a recopilar información para instruir a sus alumnos, a organizar disciplinas extracurriculares, a reunirse con los padres o tutores, a planificar actividades y a evaluar el rendimiento.
El maestro es un elemento facilitador del desarrollo, es el guía, el mentor, el preceptor, el conductor, el que orienta al niño despertando su interés respecto a un área del conocimiento. Es quien ayuda al niño a descubrir sus posibilidades, sus talentos, sus capacidades. Es quien despierta sus idoneidades, sus aptitudes y sus habilidades.
Y, más importante aún, es quien complementa la educación en valores que la familia estimula en el hogar.
Los maestros no se merecen, por tanto, ser deshonrados de manera alguna y, antes bien, deben ser apreciados y valorados en su justa medida.
Jean de la Bruyère decía que “es una gran miseria no tener suficiente espíritu para hablar con propiedad, pero es mayor miseria todavía no poseer suficiente juicio para saber callar a tiempo”.
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