Mis palabras en la interpelación al Min. de Economía
SEÑOR BORDABERRY.- Pido la palabra.
SEÑOR BORDABERRY.- «Atención pido al silencio y silencio a la atención, que voy en esta ocasión, si me ayuda la memoria, a mostrarles que a mi historia le faltaba lo mejor». Les agradezco mucho, señores senadores.
Confieso que esta interpelación me está dejando un sabor amargo; la vengo siguiendo atentamente desde hace ya más de nueve horas y siento que no estamos logrando lo que, según creo, planteó el señor senador Larrañaga al comienzo de la misma. Todos sabemos cómo va a terminar: dentro de un rato va a hablar el señor senador Larrañaga, después va a hablar el ministro, el oficialismo tiene mayorías así que lo va a apoyar, y luego nos vamos a ir todos para nuestras casas. Al comienzo de la jornada ya todos sabíamos cómo iba a terminar esta instancia. Porque todo el mundo piensa que una interpelación es, exclusivamente, lograr un voto de censura y echar un ministro, y no es así. Una interpelación, según creo, es sumar argumentos, escucharse unos a otros.
(Ocupa la presidencia el señor Sendic).
–Y cuando la preparaba encontré un par de cosas y pensé «de repente acá hay un aporte en el que podemos profundizar». Una de ellas tiene que ver con el hecho de que las empresas públicas ahora están teniendo mejoría en sus resultados, pero las sociedades anónimas privadas de las empresas públicas están perdiendo más plata. El año pasado perdieron USD 52 millones, mucho más que el año anterior. Quizás se nos pueda dar alguna explicación y decirnos si van a controlar a esas sociedades anónimas. Parecería ser que las empresas públicas son como la hidra de Lerna, esa que enfrentó Hércules, a la que cada vez que le cortaban una cabeza, le nacían dos. Ahora queremos «apretar» a las empresas y resulta que en vez de dar pérdidas ellas, la dan las sociedades anónimas que les pertenecen.
Queríamos preguntar, también, sobre algunos datos que surgen de los comunicados del ministerio. Nos llama la atención el hecho de que los boletines oficiales del ministerio de los meses de abril y mayo tienen algunas diferencias importantes en lo que refiere al déficit. En el mes de abril figura que era del 4 % y, en el mes de mayo, cambiaron la cifra por un 3,7 %. Según dicen, esto ocurrió porque que le miraron los números para atrás a un ente y después los miraron de vuelta. Son esas cosas sin explicación y que hacen a la vida de todos los días. En fin.
Quizás el sabor más amargo que nos deja esto es que no escuchan cuando se les hace advertencias. Sé que estamos en la oposición y siempre hay una sospecha en el sentido de que cuando desde aquí se hace una advertencia, es con un fin espurio o político electoral. El señor senador Larrañaga las ha hecho y creo que desde hace rato se les viene avisando sobre los datos. Moody’s les bajó la perspectiva a los bancos locales. La recaudación de la DGI bajó. El endeudamiento bancario del agro aumentó de una forma tremenda. Se recortan los ingresos en la Caja Profesional. El Fondo Monetario Internacional, ese que advirtió de la situación, nos dice que estamos mal de mal. Las reservas en julio bajaron un 3.55 %. Itaú, JP Morgan y el Fondo Monetario ven a la economía uruguaya paralizada. En lo que va de 2016 cayeron las exportaciones. Y algunos otros datos que deben ser de trámite: hay niños que en los últimos meses el Mides dejó sin comer.
El Gobierno, después de mucho tiempo, salió a comprar dólares.
Y debo decirle, señor ministro, que tengo una muy mala noticia. Usted informó que veía en el arroz y la soja una pequeña recuperación en los mercados, pero no mostró toda la gráfica, porque lo cierto es que en las últimas semanas bajó, y bajó más de lo que estaba cuando usted dijo que había empezado a subir.
Afectamos las cápitas de las mutualistas, la Caja Profesional, la Caja Militar. Ahora proponen echar mano a las reservas que UTE tiene para enfrentar la sequía. ¡Ni qué hablar del decreto del 28 de diciembre, de ajuste por inflación!
Y después de todo esto, la respuesta es: «estamos haciendo las cosas bien, no nos hemos equivocado».
Al escuchar la frase «tenemos que hacer una autocrítica», pensé: «bueno, aquí vamos a la parte en que podemos hacer un aporte». Pero no. La autocrítica es decir: «No hemos hecho todo bien, nos equivocamos en la educación». No surge el pensamiento de: «Che, ¿no tendríamos que haberle dedicado un ratito a lo que hicimos con las empresas públicas en los últimos cinco años, al error de cálculo en el período pasado en las estimaciones del déficit fiscal?» Porque no fue un error pequeño, no; la estimación para el año pasado era de 0,7 % y el déficit fue de 3,5%. No se nos puede decir que ahora hay otro ministro, porque muchos de los que estaban en el equipo económico en el Período pasado siguen en éste. En cuanto a la inflación, como estuvo afuera del rango meta durante tanto tiempo, ¿qué hicieron? Ensancharon el rango meta y sigue estando afuera de éste.
También se señala que se cumplieron todas las metas que se propusieron cumplir en el programa del Frente Amplio. Voy a hablar de esas metas, pero no las saqué del programa sino de la comparecencia del señor ministro de economía el 13 de mayo del año pasado. En esa oportunidad dijo: « Quiero decir que, obviamente, voy a manejar las cifras que están en el programa del Frente Amplio, a cuyo servicio está esta conducción económica» y, luego, continúa: « Por ejemplo, tenemos un compromiso muy grande con los cambios en la estructura productiva, apuntando a agregar valor y mejorar la competitividad de la producción nacional, sobre todo, reforzando esa línea virtuosa que hay entre conocimiento, innovación, eficiencia, productividad y competitividad». En el mismo párrafo, señala: «Básicamente, me refiero a lo que conocemos como infraestructura». La verdad es que todavía esto no salió. ¿Cuántas PPP hay? Una, dos, tres; si ese es el fortalecimiento de la infraestructura me parece que no es el camino. En ese sentido, hay un debe enorme del último Período de Gobierno que no veo que se haya cumplido; se nos dice que se va a cumplir, pero la verdad es que no se cumplió.
También dice el ministro: «Existen áreas enteras en el proceso de formación educacional en las que Uruguay tiene desafíos enormes para cambiar y progresar hacia el futuro». Las pruebas PISA, Terce y Serce y todos los indicadores que quieran de educación nos dan un retroceso enorme. Este es un objetivo no cumplido en esta década ganada de la que se ha hecho referencia acá.
Dentro de las prioridades, el ministro menciona la mejora de la seguridad pública. Lógicamente, no le voy a pedir a la senadora Alonso que hable de la seguridad pública, pero veamos lo siguiente: en 2011 hubo 199 homicidios y el año pasado hubo 290. ¿Esa es la meta que estamos poniendo?
¿Qué pasa con esta otra meta? Dijo el ministro: «hay un compromiso con todos estos aspectos del programa, que incluyen la inserción internacional» y, más adelante señaló: «Uno de los peores errores que puede cometer un país como Uruguay es encerrarse porque en el mundo hay dificultades; cuántos más problemas, más apertura». ¿Metas cumplidas en la inserción internacional, señor presidente, con lo penoso que está sucediendo en este momento en el Mercosur? Se trata de un Mercosur inexistente en el cual los socios le niegan a quien se dice ser presidente esa condición y el Uruguay defiende a quien debía haber sido suspendido hace rato, que es Venezuela. Mientras eso sucede, algunos dicen «Estamos avanzando con la Unión Europea». ¡Fíjese qué lindo cuando se siente Maduro frente a la Unión Europea y diga que representando al Mercosur viene a negociar el tratado Mercosur-Unión Europea! ¡Imagínense las caras!
(Interrupción que no se escucha).
–Aclaro a la senadora que con gusto le concedo una interrupción si me la solicita; de lo contario solicito que siga mi alocución. Lo mismo con respecto al señor senador. Con mucho gusto reparto interrupciones si me las piden.
Todos los desafíos y compromisos de esa década ganada de la que se habló, no son así. ¿Hubo logros y cosas buenas? Sí, quiero reconocerlo expresamente. Nadie hace todo bien, todo mal o todo más o menos. ¡He dicho, reitero y reconozco cuantas veces quieran que el plan Ceibal es bueno! ¡Por supuesto que también se bajó la pobreza! Bueno sería que no se hubiera bajado la pobreza y disculpen que me ponga bíblico, pero lo cierto es que al que mucho se le da, mucho se le reclamará.
La verdad es que el Uruguay tuvo diez años de crecimiento económico enorme por un gran acierto del señor ministro de economía y finanzas en el año 2005, que fue el de no cambiar la política económica que se venía desarrollando en el país. ¿Nos olvidamos que pedían la nacionalización de la banca, el SOYP y el Frigorífico Nacional, que le decían «no» al Fondo Monetario Internacional y a pagar la deuda externa? Bueno, cambiaron y nos enorgullecemos de eso. El problema es que después de haber seguido esa política empezaron a desviarse. Entonces, cuando vimos que se desviaban, que gastaban de más, que no mantenían esa política de crecimiento que había permitido terminar con la pobreza, se lo tuvimos que señalar. No pueden decir que no les avisamos porque acá mismo, a comienzos de 2013, cuando el señor ministro estaba sentado donde está usted, señor presidente, y creo que estaban presentes los senadores Larrañaga, Saravia, Xavier, Topolansky, Agazzi, Michelini –¡miren qué lindo!, les estoy dando a todos la posibilidad de que contesten una alusión– interpelamos al ministro Lorenzo. ¿Qué le dijimos en esa oportunidad? «Corrija, ministro, está gastando de más y tiene un lío en las empresas públicas. Si usted corrige ahora, a tiempo, va a ser una pequeña corrección, pero si no lo hace ahora, después va a tener que hacer un ajuste fiscal». Eso se lo dijimos en 2013 y se lo repetimos en 2014, pero no escucharon. Hasta el propio ministro, que estaba en el lugar de la presidencia, votó el respaldo al señor ministro de economía de la época. Y no solo eso; al final de esa jornada la oposición presentó unas mociones, no de censura, sino pidiendo cautela y prudencia en la Rendición de Cuentas dadas las condiciones que había, pero votaron en contra. Después les propusimos que aumentaran el control sobre las empresas públicas, en especial sobre Ancap, porque en 2013 ya veíamos que tenían un problema. También lo votaron en contra y ¡dale que va! Si hubieran ajustado como lo hicieron en febrero de este año, de repente no estábamos haciendo este ajuste fiscal que están pagando los uruguayos. Entonces, no nos digan o no nos den como justificación que el Fondo Monetario Internacional y los organismos internacionales el año pasado también tenían previsiones iguales a las del Gobierno en cuanto a que iba a haber un crecimiento.
Hay un libro muy interesante, que recomiendo, denominado El engaño populista: por qué se arruinan nuestros países y cómo rescatarlos de Gloria Álvarez y Axel Kaiser. Allí se dice: «Un rasgo esencial de la mentalidad populista ha sido siempre —y continúa siendo— el culpar de todos los males de la sociedad a otros: a los ricos, a los gringos, al capitalismo o la CIA», a la oposición. «Difícilmente un líder latinoamericano o europeo populista dirá: “En realidad hemos fracasado en resolver nuestros problemas porque no hemos sido capaces de crear las instituciones que nos saquen adelante”». Esto pasa hoy. Somos los campeones del «yo no fui». La culpa de los homicidios la tienen los ajustes de cuentas; el problema de la inserción internacional antes se debía a los Kirchner y ahora al imperio o a quién sabe qué; la situación internacional es la culpable del problema que estamos teniendo en la economía. ¿No incidió Ancap? ¿No tendríamos que haber hablado un poco de Ancap hoy? El señor senador Larrañaga habló de USD 850 millones y le pido disculpas porque mis números dan USD 1.000 millones, pero ¿qué son USD 150 millones más o menos a esta altura? Los USD 330 millones de Pluna, ¿no incidieron en este lío? ¿No vamos a hablar de lo que nos costó la fiesta que hubo en las empresas públicas en los últimos cinco años, del desorden en la inversión? ¡Ese es un mérito que le vamos a reconocer al señor ministro: puso orden en Ancap! ¡Sí señor! ¡Cambió el directorio! ¡Los apretó en lo que estaban haciendo! Sí, ese es un mérito. ¡Mire cómo estamos reconociéndole los méritos! Pero de eso no hablamos, o hablamos del desorden y de la falta de avance en infraestructura que hubo en los últimos cinco años en Uruguay. El Puerto de Aguas Profundas, Aratirí, la regasificadora…, y puedo seguir. Sí, perdimos cinco años de crecimiento en el Uruguay.
Yo sé que políticamente el ministro no lo puede decir porque no puede tirarse contra sus compañeros de partido, pero mire qué favor le hago, lo digo yo: ¡hable de la herencia! ¡Si les encanta hablar de la herencia! Claro, de la herencia de 2005, ¿y de la herencia de 2014 no hablamos? Porque esa también es una herencia. ¡Vaya si la es!
Y creo que el sabor amargo que nos queda es por la explicación que se da por la falta de cumplimiento de la promesa de no aumentar los impuestos. La respuesta es: «yo prometí de buena fe creyendo que iba a poder cumplir».
Nosotros no lo hicimos así. Nosotros no prometimos lo que no se podía cumplir, y en nuestro programa expresamente nos referimos a la situación en la que se encontraba el país. Cada vez que veníamos con una propuesta, teníamos que ponerle el porcentaje que era y la previsión de lo que significaba presupuestalmente. Ahora la pedí, porque al ver que estudiaron la del Partido Nacional pensé que debían de haber estudiado la mía, entonces, la tengo acá.
Nosotros propusimos al Banco Central que hiciera una amortización en 2013
–empezó a hacerla el año pasado–, que no siguiera pagando las tasas que se pagaban cuando emitía Letras de Regulación Monetaria y obtenía después dólares que colocaba al cero por ciento. Creo recordar que en aquel entonces, finalmente, el economista Bergara nos reconoció que estábamos pagando USD 600 millones por año por diferencia de tasa, y cambiar esa operativa era un ingreso bastante bueno.
Proponíamos mejorar el resultado primario de las empresas públicas, ¡mire qué otra coincidencia teníamos con el ministro! Claro, rompía los ojos lo que pasaba en las empresas públicas. Proponíamos ahorrar en la plantilla salarial reponiendo dos de cada tres vacantes. Ahora proponemos no reponer ninguna porque no da para ninguna, pero vemos que esa propuesta de tomar «dos de tres», que hicimos en el programa, la está adoptando el Gobierno. Tarda, pero llega. También propusimos disminuir los cargos de confianza, que no significaba mucho, pero iba en ese camino, y hacer una reversión del pico del gasto electoral. Todo eso nos daba los recursos para las modestas propuestas que hacíamos. Recuerdo que me decían: «¡tenés que prometer más!» Y yo decía: «no puedo, no se va a poder cumplir»
Hoy se hablaba del debate que tenemos que dar en esta casa por lo alto y no ir al barro –se decía– porque esto afecta al sistema político. Y yo creo que lo que afecta al sistema político es prometer y no cumplir, y decir como justificación: «bueno, usted sabe que en las épocas electorales uno promete y después ve como viene la mano». ¡No; no! Acá la credibilidad y la confianza se crean fundando las propuestas y escuchando, y no prometiendo y después no cumpliendo. Yo creo que eso afecta a todo el sistema político y daña su credibilidad.
Y el que prometió no solamente fue el ministro de Economía y Finanzas, fue usted, señor presidente, y fue el presidente de la república. Todos prometieron: no vamos a subir los impuestos. El señor senador Agazzi dice que él también prometió. Y sí, prometieron todos. Pero no solo prometieron: nos tomaron el pelo cuando les dijimos que esa promesa no se podía cumplir.
A mí me acusaron de estar enamorado de los ajustes. A quienes llamábamos a la realidad en esos tiempos de jingles, de papel picado, de musiquita y de promesa fácil nos decían que estábamos enamorados de lo que están haciendo hoy ustedes, justamente, diciendo: «no vayan por ese camino porque por ese camino van al ajuste fiscal». Y ahora, cuando los citamos acá, nos dicen: «pero, bueno, no se pudo; no hablemos de esto y miremos hacia adelante». Y uno se siente un nabo. Como decía un conocido columnista: «los nabos de siempre», los que dicen la verdad en la época electoral pierden la elección. Y después, cuando se les dice: «¡ché, mentiste!», te responden: «Ya está; ya fue, en realidad mentí de buena fe, creí que iba a poder hacerlo, pero ahora sigo para adelante». Sé que esto no vamos a poder juzgarlo acá, lo juzgará la ciudadanía; ya lo juzgó: creyó, y está bien que así sea. Si no hubiera mayorías parlamentarias lo estaríamos juzgando acá, sin duda.
Nos decían: «¡vamos bien!». ¿Se acuerdan del «vamos bien»? ¿Vamos bien y tenemos que hacer un ajuste fiscal?
Obviamente, reconozcamos lo mucho que hicieron los dos Gobiernos del Frente Amplio en muchas áreas. ¡Reconozcámoslo! Hay muchas cosas que se hicieron bien y hay que reconocerlas, y otras que se hicieron mal. Y corregir el rumbo es para tener recursos para seguir haciendo las cosas bien, que es lo que queremos todos.
No voy a hablar de la presentación del ministro ni la del senador porque ya está muy avanzada la noche. Solamente voy a hacer una referencia a esa confianza de la que se habló y que, sin duda, es un activo del país. Hoy los mercados, los agentes económicos confían en el Uruguay. Eso, sin duda, se ve reflejado en las tasas y en las negociaciones a largo plazo. En ese sentido, quiero hacer un reconocimiento al doctor Jorge Batlle, con quien tuve el honor de trabajar en momentos muy duros para la vida del país, y al doctor Alejandro Atchugarry, con quien me une una amistad muy grande. Me tocó ser ministro en aquellos momentos duros –era nuevito en la política, nunca había participado–, pero me quedaron grabadas aquellas discusiones durísimas, las que espero nunca tengan que enfrentar algunos de los que están acá. La disyuntiva era muy clara: por un lado, el señor Aninat del Fondo Monetario Internacional nos pedía que se declarase el default, el doctor Batlle se oponía, y decía: «pata contra el barranco y a aguantar». Imagínense por un instante, cuál sería la confianza en el Uruguay si se hubiera aceptado lo que indicaban el señor Aninat y el doctor Tabaré Vázquez –por ende, el Frente Amplio– que recomendaban que se siguiera el camino de Argentina, que se declarara el default y que no se cumpliera con las obligaciones. Es muy fácil de imaginar, veamos qué le pasó a Argentina. ¡¿Tendríamos la confianza que tenemos hoy?! ¿El doctor Vázquez y su Gobierno tendrían esta confianza si hubiéramos seguido lo que pidió? ¿La tendríamos si hubiéramos declarado el default? No, seguro que no. La otra decisión enorme –que habla mucho de la política, que me lleva a plantearme si estoy hecho para ella, y muchas veces me respondo que no–, es la de hacer lo correcto siempre, sin pensar en las consecuencias electorales.
En ese momento se planteó la disyuntiva entre subir el impuesto a los jubilados y a los trabajadores o poner detracciones. Las cuentas no daban, no había de dónde sacar, ya estaba todo inventado frente a esa crisis. Obviamente, no había dos bandos, pero sí dos grupos que pensábamos distinto. Cuando estaba al frente de los Ministerios de Turismo y de Industria, Energía y Minería no quería poner más impuestos al aparato económico porque la recuperación iba a demorar mucho. Lo mismo pensaban el doctor Atchugarry, que estaba al frente del Ministerio de Economía y Finanzas y luego el economista Alfie. Sin embargo, muchos nos decían que si hacíamos lo otro no nos iba a votar nadie porque quedaba un año y medio, o dos, para las elecciones. Recuerdo las discusiones que tuvimos, poníamos las proyecciones y un día fuimos a la reunión y el doctor Batlle dijo: «Ya tomé una decisión. No nos votará nadie, pero la economía uruguaya se va a recuperar rápidamente: no vamos al default». Luego de una transacción, se incluyó una cláusula que decía que, si se aumentaba la recaudación, automáticamente se bajaría ese impuesto que se estaba poniendo al trabajo y a las jubilaciones. La verdad es que el doctor Batlle no se equivocó: el no ir al default nos ayudó, la economía se recuperó rápidamente, tuvimos diez años de crecimiento, y en la elección siguiente no nos votó nadie.
Eso es todo. Muchas gracias.