Los Cracks que llegaron y los que no

pedroEl verano de 1987, en Salto, debe haber sido muy caluroso.

Como lo son todos en esa apacible ciudad del Uruguay.

En esa ciudad y en ese verano, el 24 de Enero de 1987, nacía Luis Suarez, considerado hoy como uno de los mejores delanteros del mundo.

Tan solo tres semanas más tarde, el 14 de febrero de ese mismo año de 1987, a pocas cuadras, nacía Edinson Cavani, considerado hoy, también, como uno de los mejores delanteros del mundo.

El que dos de los principales delanteros del mundo hayan nacido en el mismo país, en la misma ciudad, con una diferencia de pocas semanas puede ser interpretado como un capricho del destino.

Si a eso le sumamos que en ese mismo año, tan sólo seis meses más tarde, a 300 kmts, de esas calles del Salto oriental, nacía en Rosario, Argentina, el otro gran delantero que hoy tiene el mundo, Lionel Messi, concluiremos que, si se tratara de vinos y no de jugadores de fútbol, 1987 fue un gran año.

En estos tiempos en que la pelota nos gana la atención a todos por el Campeonato Mundial, podemos creer que todo fue una gran casualidad de tiempo, lugar y hasta suerte.

No es así.

Basta con ver lo que ha sido Salto como cuna de grandes deportistas uruguayos y lo que está siendo en la actualidad. En el Danubio F.C., actual campeón uruguayo, juegan varios salteños al igual que en el Defensor Sporting, semifinalista de la actual Copa Libertadores. Santiago Martínez, salteño también, ese incansable y fino mediocampista, fue pieza fundamental en la campaña de este año de mi querido Montevideo Wanderers.

Pero más allá de condiciones cabe preguntarse ¿cómo se logra esto? Cómo lo logra Salto pero también como lo logra todo el país. ¿Cómo es posible que lleguen a ser los mejores jugadores del mundo, surgiendo no sólo de un país de tres millones de habitantes, sino de una ciudad de cien mil?

¿Es únicamente un capricho del destino, una casualidad?

No lo es.

El fútbol en el Uruguay está organizado de tal forma que permite que todo niño con condiciones para ser un gran jugador pueda desarrollar sus destrezas desde la primera edad, formarse y capacitarse para ser el mejor.

Desde el propio hogar, nosotros los padres lo observamos jugar, le vemos condiciones, lo llevamos al club del barrio, juega en la calle con sus amigos o en la escuela. Hay canchas por todos lados, buenas y malas, de gramilla y de tosca, pelotas, entrenadores, dirigentes y camisetas.

Si un niño uruguayo tiene condiciones los ojos avizores de entrenadores y reclutadores, lo identifican inmediatamente, lo siguen, lo observan.

La televisión le muestra, hasta el cansancio, semana a semana las hazañas en el exterior de los futbolistas uruguayos, los partidos de las ligas locales, de la argentina, de la española, el Liverpool inglés, el Napoli italiano o el PSG francés, según donde estén jugando los cracks.

Ellos son el sueño, el espejo en que todos, desde niños, nos miramos.

Una gran organización del deporte infantil, ONFI, con ligas, campeonatos, asistencia técnica, los acompaña. Creada en 1968 se ocupa de los niños y niñas entre los 6 y los 13 años.

Luego del baby fútbol, si demostró tener condiciones, es el tiempo que los ojos avizores de reclutadores, entrenadores o sus padres, logren que ingresen a las inferiores de clubes profesionales que invierten mucho en su desarrollo deportivo y personal.

De ahí en más  juegan en la sexta, la quinta, la cuarta, la tercera y un día debutan en la primera. Es el momento de los contratistas, los representantes, los flashes.

Este sistema es casi perfecto en cuanto a que ni un sólo niño que tenga condiciones para ser jugador profesional de fútbol queda atrás.

Un sistema similar debe tener el Uruguay para los investigadores, los científicos, los matemáticos, los artistas, los profesionales y no sólo para los futbolistas.

Quienes tienen condiciones para ser grandes médicos, ingenieros, científicos, investigadores, profesionales, artistas, etc. deben tener también un espejo en el que mirarse, ser valorados y ser ayudados a desarrollar sus habilidades y capacidades.

Hace un par de años, analizando los egresos de maestros y profesores me encontré con que habían muchos mas del departamento de Artigas que de Paysandú.

Intrigado inquirí los motivos de ello, pensando que quizás era por un mejor desempeño de las instituciones formativas en la zona. La respuesta que me dieron fue dura: ello sucede porque quienes viven en Artigas tienen menos opciones de formación en otras áreas, de seguir su vocación y capacidad.

Nuestra propuesta, una de las 15 que presentamos esta semana que termina, de crear una Universidad del Norte, busca entre cosas otras lograr darle a cada uruguayo las mismas posibilidades de formarse, de desarrollarse.

Quizás en ese caluroso verano de 1987, en Salto o Artigas, también nacieron un par de cracks de la ciencia, la medicina, la ingeniería o muchas otras actividades.

Quizás no les dimos, como país, la oportunidad de estar entre los mejores del mundo.

Vamos a cambiar esto, vamos a hacerlo mejor, mejor para todos.