Lavarse las manos no es una opción
Ope Pasquet
Los hechos de violencia sucedidos en la tribuna Amsterdam del Estadio Centenario el domingo pasado, no por repetidos pueden dejar de merecer repudio y sanción. La Justicia Penal tomó intervención en el asunto, como no podía ser de otra manera, y es de esperar que logre individualizar y someter a proceso a algunos, por lo menos, de los responsables de los desmanes perpetrados aquel día, si es que no logra identificarlos y procesarlos a todos, que es lo que corresponde.
No es necesario insistir en la condena a los actos delictivos cometidos por un hatajo de energúmenos enloquecidos, porque nadie ha insinuado siquiera una defensa de su proceder.
En cambio, la actuación policial ante los hechos de referencia sí nos merece comentarios, porque ha recibido plácemes de las jerarquías respectivas que consideramos inadmisibles.
Lo que más llamó la atención de las barbaridades del domingo, fue la prolongada inacción policial ante ellas. Cuando se quiso intervenir, la situación era tal que los funcionarios policiales se encontraban en franca desventaja; fueron agredidos y lesionados y debieron retirarse.
Según parece, la política del Ministerio del Interior ante espectáculos deportivos multitudinarios, como el del domingo pasado, consiste en tomar tanta distancia como sea posible y dejar que sean los clubes o las autoridades del fútbol los que se ocupen de lo que suceda puertas adentro del Estadio. Un argumento que suele esgrimirse para justificar este proceder es el de que la sola presencia policial puede ser un factor de irritación de los hinchas, y de esa manera contribuir a producir las reacciones que se quiere evitar. En el mismo sentido se dice que más vale tolerar algunos desmanes y destrozos, que reprimir a los exaltados de manera que pueda haber personas lesionadas al cabo de los procedimientos.
Es posible que en algunos momentos y circunstancias esos argumentos hayan sido de recibo; hoy ya no lo son. La violencia en el fútbol ha llegado demasiado lejos y hay que frenarla ya.
Ante todo y para ubicar el tema: no estamos ante asuntos particulares de los clubes, ni de la AUF. En el Uruguay el fútbol es asunto público de primera importancia. La violencia enseñoreada de una tribuna de manera que obliga a suspender un partido del que está pendiente el país entero, golpea la confianza del pueblo en la ley y las instituciones y hace creer a muchos que no hay más autoridad que la de los “brazos gordos” y la fuerza bruta. Eso es malo para la convivencia y, en última instancia, es malo para la democracia republicana, que necesita de la confianza y el apoyo activo de la ciudadanía. El espectáculo de una manada de irracionales golpeándose entre ellos, destrozando bienes de uso público y provocando y resistiendo y agrediendo a la autoridad, es tremendamente dañino para la sociedad; no debe tolerarse.
Obviamente, el daño más grave no lo sufren el fútbol, ni las instalaciones del Estadio; el daño más grave lo sufre la convivencia democrática, que sólo es posible en el marco de la ley y el respeto mutuo entre las personas. Es precisamente ese marco el que estalla en pedazos cuando hay grupos que, una y otra vez, actúan como si la ley no rigiera para ellos o, peor aún, como si ellos fueran la ley, arrogándose el derecho de golpear a los demás y de romper cuanto los rodea y generando situaciones que pueden producir los más graves resultados, dentro y fuera del Estadio.
Para prevenir todo esto, a la vista está que se necesita la acción de la fuerza pública. Pero no la fuerza pública corriendo de atrás y en desventaja, sino la fuerza pública previniendo los desbordes y dotada de todos los medios necesarios para impedirlos o para cortarlos de raíz desde el primer momento, si es que pese a todo lo que se haga para evitarlos, llegan a producirse.
Si tiene que haber un numeroso contingente policial instalado en plena tribuna Amsterdam desde antes del comienzo del partido, pues que lo haya. Si a algún espectador no le gusta ir a la Amsterdam en esas condiciones, pues que no vaya. Y si de esta manera puede resentirse la recaudación, pues que se resienta.
Hay que ponerle fin a la violencia en el fútbol. Otros pueblos lo lograron; los uruguayos también lo podemos lograr. El asunto es proponerse el objetivo y hacer, siempre dentro de la ley, todo lo necesario para alcanzarlo.
Ninguna excusa es de recibo. La política de Poncio Pilatos no es aceptable. El Poder Ejecutivo, a través del Ministerio del Interior, debe hacer cumplir la ley, reprimir a los delincuentes y ponerlos a disposición de la Justicia. No es una opción; es su deber.