Las escuelas de tiempo completo

Daniel Bianchi

daniel bianchiEl martes de la pasada semana se implementó la modalidad de Escuela de Tiempo Completo en la Escuela Nº 296, ubicada en la ciudad de Pando (Dpto. Canelones).

Integrada a una zona destinada exclusivamente a viviendas, la mencionada institución es un ciclópeo edificio que cuenta con 16 aulas (12 comunes y 4 de preescolares), Dirección, Secretaría, Sala de Maestros, servicios higiénicos, cocina-comedor con capacidad para brindar desayuno, almuerzo y merienda a casi 500 niños, y locales complementarios. Dispone, asimismo, de patios exteriores  destinados a recreación, que se ubican en torno al edificio.

Integran el plantel docente 17 maestros, mientras que los alumnos que concurren a dicho centro proceden de casi una decena de escuelas de nivel socioeconómico medio, en su mayoría con sus necesidades básicas satisfechas.

En Europa, Estados Unidos y Canadá, en términos generales las instituciones imparten 220 días de clases por año, dando inicio éstas a las 08.00 hs. y finalizando a las 17.00 hs. La inasistencia se considera inaceptable en muchos casos, y dependiendo de la causa de la misma, puede implicar una penalización a los padres o tutores.

Algo de eso pretendió trasladarse a Uruguay, con mayor o menor éxito, a fines del Siglo XX.

En 1995, Germán Rama  -Profesor de Historia y Sociología, Director Nacional de Educación Pública (1995-2000), y actual consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de la Secretaría de Educación Pública de México- encabezó una profunda Reforma Educativa.

La misma, apoyada financieramente por dos organismos internacionales, impulsó la transformación del Ciclo Básico, creó los Centros Regionales de Profesores (CERPs) que incluyeron la edificación  de seis importantes edificios, creó las Salas de Informática en las escuelas, y dio origen a las Escuelas de Tiempo Completo, que funcionan actualmente. Sólo entre 1997 y 2000 se crearon 112 de ellas, pero la implementación de las mismas se aletargó en los trece años siguientes como consecuencia de la crisis económica de 2002, y por la ausencia de un equipo de dirección tan idóneo y capacitado como aquel, integrado con representantes de los tres partidos políticos principales.

Hoy, financiadas por el Banco Mundial (BM) y con una contrapartida del gobierno local, las escuelas que funcionan bajo esta modalidad son 185, y atienden a poco más de 42.000 niños, aunque se anuncia que se crearán siete más antes de fin de año. Con todo, debe admitirse que su número debería ser sensiblemente superior, habida cuenta que Uruguay cuenta con casi 1.200 escuelas urbanas.

Estas escuelas están diseñadas, tanto en la propuesta curricular como en el diseño de sus plantas físicas, para que todos sus espacios susciten los procesos de aprendizaje, y permanecen abiertas siete horas y media al día, proporcionando desayuno, almuerzo y merienda a los niños que a ellas concurren. Y además, los maestros que se desempeñan en ellas tienen un régimen laboral de cuarenta horas semanales (el doble del horario normal), característica que les permite brindar una educación más personalizada a los alumnos, de acuerdo a sus requerimientos en aprendizaje, motivación, apoyo y socialización.

A casi dos décadas del inicio de la reforma, y aún a pesar de los numerosos contratiempos que ella debió sobrellevar y que nadie desconoce, no es necesario reivindicar la misma. Su valor, y el error de no haberla continuado, son evidentes. Baste con recordar que en el año 2011 el propio presidente José Mujica elogiaba la reforma educativa iniciada por Rama calificándola como «una excelente medida de carácter progresista”.

Con todo, la reforma que Rama proyectó e impulsó no alcanzó su objetivo principal, que era el que todos los niños del país que concurrieran a escuelas públicas, independientemente de su nivel socio-económico, desde los 4 años de edad pasaran la mayor parte del día en el aula.

El símbolo que representaba aquella innovación que pisaba a pie firme con un aliento profundamente transformador, y que como emblema presentaba a las Escuelas de Tiempo Completo, perdió impulso, tras el alejamiento de Rama, y aún hoy no ha conseguido convertirse en una política educativa.

Por extensión, dichas escuelas siguen siendo hoy casi un privilegio para algunos escolares, cuando en mérito a su origen deberían ser el modelo a repicar en todo el territorio nacional.

Aún se está a tiempo de hacer las modificaciones necesarias.

Ojalá que las hagan.