La torta frita gigante y ¿Por qué el hombre escala montañas?

Por Federico Lagrotta

Hace unos días atrás en la ciudad de Durazno se cocinó la torta frita más grande del mundo.
Me sorprendió todo lo que tuvieron que hacer para lograrlo, hasta construir un sartén gigante capaz de freír la torta, el cual hasta fue escoltado por la policía caminera desde Montevideo.

Me hizo recordar también una nota que escribía Manuel Flores Mora un 5 de junio de 1953 y titulaba: “¿Cómo y para qué subió el hombre al Monte Everest?

Decía Maneco en su artículo que: “Todo sueño humano es en el fondo una montaña en cuyo flanco se queda prendida casi siempre no solo la piel del cuerpo sino del alma y se pierden, junto con los dedos de los pies y de las manos, la mitad de la alegría del mundo”

Entonces, si dejamos de lado a las tortas fritas y a las montañas y pasamos a lo realmente sorprendente, nos quedamos con ese “¿Pa qué?” de todas estas cosas medias   increíbles que al final emprendemos.

“La gloria de los triunfos eternos, en el alpinismo como en cualquier otra actividad del hombre, está reservada a los que no actúan pensando en sí, sino en la humanidad enterita”

La torta frita gigante es por sí sola el producto del esfuerzo y desprendimiento de muchos anónimos que lograron hacerla a pesar de aquellos,  que pensando solo en sí mismos, creyeron que no valía la pena intentarlo.

“¿Cómo y para que se subió al Everest? – era nuestra pregunta. La respuesta no puede ser más fácil – se subió al Everest y decimos: – porque el hombre ama la tierra donde vive. Se subió al Everest. – “¿pá qué?” – y  pensamos, porque no solo de pan vive el hombre, también vive de montañas.”

Lo que nos mueve todos los días a conquistar nuestros deseos “no es esa triste palabra llamada victoria” ni “la vanidad de vanidades” sino el hecho de amar lo que se hace,  trepar hasta lo inalcanzable y  lograr lo imposible.