El Buey Dijo Mú
El periodista Jaime Clara tuiteó esta semana un link a @LAVOZcomar con los mejores insultos entre escritores.
En el mismo Emanuel Rodríguez rememora insultos varios. Como el de Nicolás Cabral contra Vargas Llosa a quien llama “articulista peso mosca” y “plumífero de las peores causas, cuya prosa escolar colabora secretamente en el fenómeno que denuncia desde el púlpito”.
También recuerda las críticas de Borges a Unamuno: “¿Y si les digo que después de leer los poemas de Unamuno he resuelto hablar de cualquier otro?” comentaba el argentino sobre el vasco.
En el Diario ABC de España, Camilo José Cela hace ya tiempo criticaba con más dureza a Francisco Cabral, el autor de El Jinete Polaco, a quien llamaba “el doncel tontuelo” y le aconsejó utilizar “enemas con una infusión templada de hierbas medicinales” para aliviar sus “esfínteres contrariados”.
La expresión literaria como instrumento de insultos lleva mucho tiempo. Se recuerda la del madrileño Francisco de Quevedo contra Luis de Góngora en el Siglo de Oro español: “Yo te untaré mis obras con tocino, porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla, docto en pullas cual mozo de camino”.
En un muy recomendable libro de Aldo Mazzucchelli, “La Mejor de las Fieras Humanas” sobre la vida de Julio Herrera y Reissig, se incluyen varios escritos y publicaciones de ataques públicos en el Uruguay de principios del siglo pasado.
Como el que se atribuye a Herrera y Reissig (y probablemente a De Las Carreras) que el malogrado Ferrando le destina a Papini.
Llaman a Papini “lagarto viejo, concubinato por seis vintenes, crédito de la estupidez montevideana, caricatura de Cuasimodo, cábala de la imbecilidad triunfante, foco vivo de epidemia, el desvencijado, el resquebrajado, el pateado, hervidero de microbios internacionales cuyas emanaciones se recomiendan para estornudar, el atentado a la virilidad, el patentado tilingo, chalán de contrabando artístico, cucaracha de las redacciones, espermatozoide frustrado y escorpión de la envidia” entre otras muchas cosas.
Más allá de la dureza de los términos que se emplean, a la crítica le impresiona la riqueza del vocabulario, los bloques temáticos, las repeticiones y sobre todo la ametralladora de epítetos que se utilizan.
Recordé esto esta semana cuando varios compañeros de Partido y adherentes me llamaron para que contestara los insultos de un ciudadano que no merece ocupar el lugar que hoy ocupa.
Pensé en escribir una respuesta intentando imitar la riqueza de los términos que se manejaban en el Siglo de Oro español o principios del Siglo pasado en el Uruguay.
Pero desistí de entrar en un debate público que nada aportaría a solucionar los problemas que hoy tenemos los uruguayos y a los que nosotros, los políticos, debemos destinar todo nuestro esfuerzo. Creo, además, que los uruguayos estamos cansados de los que se pelean entre ellos y no con los problemas del país.
También desistí de hacerlo porque pensé que el destinatario de tal respuesta quizás no entendiera si le dijera que era una carabina de ambrosio, mezcla de asnejón y badaje, que cual baladrón actuaba como un basilisco que estaba en las batuecas, queriendo aparecer como un bergante bellaco cuando en realidad era un beocio al que le cabía aquella rima de “al bobatel, cambiale el papel” por ser un boquirroto campanero que se convirtió en cantamañas carcamal que luce cateto, dundo y charran. Hampón chupoptero que faramallea cuando en realidad es un Juan Bragazas lenguaraz. Un macarelo pelotillero que emula a Juan de los Palotes. En realidad no es más que un tuercebotas tarrasquero.
¿Entendería si le dijera todo eso? Seguro que no y por ende, decidí no responder.
Hoy en día, lamentablemente, se está imponiendo un lenguaje grosero, chanflón y soez, donde prima el puédamos sobre el podamos, la imagen sobre la palabra, la ordinariez sobre el ingenio.
Por todo ello decidí no contestar.
Si de imágenes se trata, soy medio antiguo y me identificó con el ruiseñor y el canario del poema del madrileño Juan Bautista Arriaza que vienen al caso cuando dice:
“Junto a un negro buey cantaban
un canario y un ruiseñor
y en lo gracioso y en lo vario
iguales los dos quedaban
“decide la cuestión tú”
dijo al buey el ruiseñor
Y metiéndose a censor
habló el buey y dijo “mú” “.
Dejemos que sigan diciendo “mú” y trabajemos para solucionar los problemas que hoy enfrenta el país.