Designar "Don Pedro Benito Solari" la escuela Nº 105
SEÑOR BORDABERRY.- Pido la palabra.
SEÑOR BORDABERRY.– Gracias, señora presidente.
A veces, cuando nombramos una escuela nos parece, más que nada, que estamos cumpliendo con un simple trámite por el que le ponemos el nombre de alguien que colaboró con dicha institución. Eso es cierto y en este caso la escuela n.º 105 de Salto debe su ubicación y su terreno a una donación de don Pedro Benito Solari. Pero nos parece que no podemos motivar solamente en esa donación de un predio la explicación de por qué dicha escuela debe llevar su nombre.
Pedro Benito Solari fue uno de los grandes hijos de inmigrantes que trabajó, dejó huella e hizo mucho por su Salto, pero también por el Uruguay todo. Era hijo de un italiano y una vasca –descendiente de italianos, descendiente de vascos–, estudió en Salto y se vino a Montevideo a cursar la carrera de Ingeniería, que debió abandonar porque a los diecinueve años falleció su padre. Retornó para acompañar a su madre y hacerse cargo de todo el trabajo que hacía su propio padre. ¡Por suerte volvió! Dicen que el conocimiento que tenía de la matemática lo llevó a estudiar Ingeniería y lo aplicó luego a lo que fue su primera gran huella: la citricultura. Después continuó con los olivos y luego con la forestación, y todo esto en los años 30. Todo esto resultó en un gran aporte para su departamento y para el país.
En la citricultura fue uno de los pioneros. Desde un principio vislumbró el potencial que las tierras y el clima de Salto ofrecían para el cultivo de la citricultura como fuente de trabajo y riqueza para la región. Hoy, sin lugar a dudas, la citricultura es una parte fundamental de la economía del litoral.
Él no se quedó simplemente con lo que percibía sino que viajó a los Estados Unidos, en 1932, y participó en cursos de verano en la universidad de Riverside, al sur de California. Esa universidad tenía una estación experimental de citrus que tenía como meta desarrollar esos cultivos y los nuevos avances en la fertilización y canalización de tierras. Quizás hoy en día esto pueda parecer algo no novedoso, pero viajar a los Estados Unidos en la década de los años treinta, a una estación experimental para formarse en un curso de verano y desarrollar la citricultura en Salto, ¡vaya si era de un visionario! Visitó quintas de citrus, se vinculó a prestigiosos viveros y profesores para conseguir yemas de alta calidad y nuevas variedades.
En 1954 volvió a Estados Unidos, al Estado de Florida –el Estado de la naranja–, para mantenerse al día en los últimos avances de la citricultura y empaparse de las nuevas técnicas en la extracción de jugos, que era lo que, a su juicio, completaría el ciclo industrial que merecía la citricultura.
Esa visión de don Pedro Benito Solari llevaba a que no solamente apostara a que se plantara citrus y se exportara naranjas, sino que también se sumara valor agregado. Es así que apostó no solo a las nuevas técnicas con un nuevo portainjerto o pie para las copas de citrus o con la combinación de dos plantas, sino que además apostó mucho al marketing. Así fue que empezó a exportar naranjas dulces criollas y las mandarinas tangerinas, y pese a que enfrentaba la plaga de langostas, las escasas técnicas conocidas y las enfermedades –hoy se conoce todo y hay remedio para todo, pero en aquel entonces eran acciones de pionero–, él siguió apostando a la calidad de los suelos de Salto y al clima. Vislumbró un porvenir del que era visionario: un cultivo moderno basado en la citricultura innovadora, proyectado al mercado exterior. Apostó a la exportación de fruta fresca, a plantar y cultivar fruta de alta calidad para acceder a los mercados mundiales; apostó a Europa. Plantó viveros con todas las variedades que había traído de Estados Unidos; plantaba en curvas de nivel, siguiendo la sinuosidad de los perfiles de las pendientes de los suelos a fin de evitar la erosión. ¡Todo esto sucedía en la década de los treinta!
En aquel momento viajaban técnicos de Entre Ríos o de Estados Unidos a observar lo que él hacía en Salto y así fue que abrió el mercado europeo e hizo su primera exportación de fruta fresca a Holanda, Francia, Inglaterra y Hamburgo, donde ese producto era recibido como de calidad extraordinaria. Esa corriente exportadora se suspendió con la Segunda Guerra Mundial, ya que dos de los barcos mercantes que transportaban la fruta de don Pedro Benito Solari fueron hundidos por barcos alemanes, pero allá por la década de los treinta él seguía enviando periódicamente la producción, en chatas, a Buenos Aires, desde el puerto de Salto. Tenía una firma consignataria en Buenos Aires –Hudson y Ciovini– y hasta se llamó “Campeona” a una de las variedades que, por su tamaño y sabor, tenía mucha demanda en el mercado.
También vendía, obviamente, en los puestos 17 y 19 del Mercado Modelo, en Montevideo, y se preocupaba por crear un hábito del consumo de cítricos en los uruguayos, a través de afiches y mensajes publicitarios que proclamaban las bondades de esa fruta que contenía la vitamina C. Eso fue hace ochenta años. Necesitaba packing, empaquetadores, y tenía que usar el de otras frutas.
Organizó exposiciones citrícolas en Salto y en Montevideo.
Allá por los cincuenta instaló la primera fábrica de jugos citrícolas, agregando valor a esa producción. Extraía el jugo de citrus, que después era embotellado en damajuanas y vendido a la fábrica Crush, en Montevideo.
El jugo de pomelo se vendía a Cubsa, Compañía Uruguaya de Bebidas sin Alcohol. En su botella se leía: «Grape Fruit. Elaborado con frutas de Pedro B. Solari – Naranjales (Salto)».
También vendía a Salus, para la elaboración de aquel pomelo excepcional que ya no se produce más, pero que muchos deben conocer. Asimismo, le vendía a Coca Cola Export.
Por esto es que es mucho más que el nombre de una escuela de lo que estamos hablando. ¡Estamos hablando de un uruguayo excepcional!
Apoyó e integró una cantidad de comisiones. Formó y presidió la Comisión Honoraria de Lucha contra la Cochinilla Roja Australiana y la Comisión Honoraria de la Lucha contra la Langosta, plagas hoy lejanas y superadas, pero que en aquel entonces eran verdaderas calamidades.
Hoy en día, señora presidente, están de moda los olivos, se han desplegado en la zona de Maldonado y en otros lugares. Bueno, don Pedro fundó, hace cincuenta o sesenta años, la Compañía Olivarera Salteña Limitada. Cultivó olivos y buscó la forma de obtener su aceite con prensas que fue perfeccionando. Por años lo vendió a fábricas oleaginosas del sur del país para que mejoraran los que producían esas plantas, con el agregado del aceite de oliva que se enviaba desde Salto.
Después instaló, en un predio de Cuatro Bocas, una planta modelo que importó de Italia y que incluía a los hermanos Boiani como socios.
También se dedicó a la ganadería pero, como lo hacía en todas las cosas, buscando mejorar la cría de ganado, el mejoramiento de las razas. Empezó comprando reproductores shorthorn; importaba toros de pedigrí de Palermo, en Buenos Aires, y de Inglaterra. Siguió el criterio de mejoramiento de carnes en crianzas de invernada, de novillos, y hasta participó como accionista en el saladero La Caballada, donde se preocupó por exportar tasajo a los mercados históricos de Cuba y Brasil.
Era ese Uruguay que no solamente quería exportar materia prima y producción, sino también agregar valor al olivo, al citrus y a la carne.
También se dedicó al comercio: registro de telas, tienda, almacenes y barraca de frutos del país.
Repartía semillas de alta calidad, de maíz, trigo, girasol y aseguraba a los que repartía, si plantaban, un precio por sus productos.
Hoy en día nadie discute sobre la forestación, pero él también fue pionero en las plantaciones forestales de Rivera. Observó las tierras arenosas, las tierras coloradas y profundas del departamento de Rivera y vislumbró ahí un futuro promisorio en la forestación. En 1976 inicia plantaciones de pinos y de eucaliptos, que ampliaría a otras zonas de ese departamento.
Como todo hombre pionero y emprendedor, también tuvo tiempo para ayudar a sus semejantes: presidió la Comisión Honoraria del Hospital de Salto; donó el predio de esta escuela que hoy se propone designar con su nombre y ayudó en la reforma del hospital.
Asimismo, integró la Comisión Honoraria Pro Aeropuerto de Salto. ¡Quería ese Salto integrado al mundo! Se promovió y se compró un campo adyacente para alargar la pista de aterrizaje y fue configurada de norte a sur, como aconsejaban los técnicos. Se apostó al futuro.
Formó una familia con doña Elsa Farinha, con quien tuvo cinco hijos.
Luchó siempre por la democracia. Hasta estuvo preso en la década de los treinta, por ello.
Fue un gran deportista. Si se nace en Salto, frente al río, se tiene que remar y él entrenaba mucho en el Club Remeros Salto.
Era un apasionado observador de la naturaleza: buscaba sus misterios en los mares, en la composición de los suelos y en sus formaciones geológicas.
Creo que fue un gran uruguayo y por eso me parece que es justo que la escuela n.º 105 recuerde su nombre, grabado en el bronce, a ese gran salteño, emprendedor, visionario y solidario.
Por todo eso, creemos que el Senado hace bien en aprobar la propuesta de designar Don Pedro Benito Solari la escuela n.º 105, del departamento de Salto.
Muchas gracias.